martes, 2 de marzo de 2010

Divinidades romanas relacionadas con el agua

Desde antiguo al agua se la ha otorgado rasgos como la pureza, la vitalidad, fertilidad..., siendo un elemento preciado y respetado en todas las culturas. Por ello el agua tiene un carácter divino en gran parte de las antiguas y presentes civilizaciones. El agua como tal, es un elemento que proporciona vida, lo cual le otorga un grado indiscutiblemente divino.
En la Antigua Grecia se consideró el agua como el origen de la vida. Los dioses del agua siempre ocuparon un lugar privilegiado en la vida de los griegos, que a su vez adquirieron los romanos. El agua siempre estuvo presente de manera importante en la mitología griega y romana.
La cualidad de mantenedora de vida del agua hizo que los romanos la dotaran de un carácter sacro; las fontanas, los acueductos, las termas o las fuentes naturales fueron puestas bajo la tutela de ciertas divinidades. De esta concepción divina no sólo participaban las aguas termales, también los ríos o las aguas estancadas estuvieron bajo la protección de diferentes divinidades.
En su origen, Neptuno, dios del mar, fue un dios del elemento líquido, y al que se invocaba contra la sequía. Se celebraron fiestas en su honor, las Neptunalia, el 23 de julio. Las Náyades: hijas de Zeus y ninfas de los ríos, arroyos... que abandonan las aguas para danzar. Afrodita y Venus: nacidas del mar. Hay un mito que dice que Aquiles se bañó en la laguna Estigia, la cual proporcionaba la inmortalidad.

Los ríos y lagos

Diferentes fuentes epigráficas e iconográficas aluden al carácter casi divino de algunos ríos durante la época romana; el Rin fue denominado como Rhenus Pater, es decir, Padre Rhin por un legado de la legión; en algunas dedicatorias religiosas se hace referencia a un flamen, sacerdote, Rhenus. El Sena se vinculaba en ocasiones con Apolo, ejerciendo una influencia terapéutica hacia quienes peregrinaban a su Santuario.
Todos los ríos, fuentes, manantiales, lagos, fueron divinizados por los romanos. Juturna, ninfa amada por Júpiter, presidía el agua estancada, los ríos y las fuentes. Era honrada en las Juturnalia, el 11 de enero. Las Ninfas fueron, en general, divinidades de agua asociadas siempre a alguna divinidad superior.
Los latinos emplazaron el infierno en el centro de la Tierra. Las vías de acceso a este inframundo eran las cavernas, lagos y pantanos. Una de las más creencias más célebres fue el lago Averno y la laguna Estigia, que situaban en la actual Campania, cerca de Nápoles, en un lugar desierto y desolado.
Por otra parte, las diferentes corporaciones de oficios o gremios que ejercían profesiones vinculadas con un río (pescadores, comerciantes fluviales, etc), evocaban a la Tutela, divinidad de las fuentes y de las aguas que fluyen. En el Ródano y el Rin había además capillas dedicadas a Neptuno y Hércules, protectores de la navegación y las travesías.

Manantiales y aguas curativas

La divinidad más destacable es Apolo, invocado en relación a aguas termales, cuya función terapéutica o salutífera es evidente. Neptuno también estaba vinculado a las fuentes termales, ya que es el dios de las extensiones húmedas alcanzando su reino incluso hasta las aguas subterráneas.
Las ninfas, eran hijas de Zeus, nacidas de la lluvia, ejercían un influjo benéfico e inspiraban pensamientos nobles a quienes bebían su agua sagrada. Aparecen generalmente subordinadas a otras divinidades mayores, aunque también son invocadas para pedir un deseo relacionado con la salud física o espiritual, es decir, con intenciones curativas.
Fontana era la divinidad protectora femenina. Precisamente a ella se dedicaban las procesiones efectuadas a las fuentes. De entre todas, la más famosa era Iuturna, la fuente del agua inagotable. En otro importante manantial habitaba la ninfa Egeria, amante de Numa, el famoso sacerdote-rey. Cuenta la tradición que Egeria acudía a diario a conversar con las nueve musas, inspiradoras de la poesía, la música, la danza, la astronomía y otras artes, transmitiendo estos conocimientos, que de ellas aprendía, a Numa, quien, de esta forma, pudo crear y organizar el calendario litúrgico romano, fijando las fechas de las festividades dedicadas a cada dios, la ceremonias y la legislación oportuna. Cuando con el correr de los años falleció Numa, Egeria se sintió tan desconsolada que todas las ninfas y la misma Diana acudieron en su consuelo. La diosa acabó convirtiéndola en un claro y fresco manantial.
A la fuente Carmenae acudían diariamente las vestales en busca de agua para realizar sus ritos. La fiesta de las ninfas acuáticas se celebraba el 13 de octubre. En tal día arrojaban flores al agua, se adornaban los pozos e incluso se sacrificaban ovejas y carneros.
Ligadas con el mismo medio líquido, los romanos veneraban a las linfas, seres sobrenaturales, al igual que sus parientes las ninfas, que compartían con éstas la protección de las fuentes. Pero de signo y reacciones un tanto más perversas, si algún mortal llegaba a verlas, enloquecía, a imitación de cómo las náyades griegas castigaban a los pocos o mal advertidos profanadores.
Ninfas especialmente famosas, ligadas a bosques y aguas, fueron Carna y Flora. Carna vivía entre las “siete colinas” que albergarían, mucho más tarde, la capital de un imperio, entonces simplemente naturaleza virgen. Concretamente habitaba junto al Tíber, en medio de un gran bosque al que los sacerdotes acudían para ofrendarle sacrificios. Tan hermosa como coqueta y escurridiza, gustaba de aparecerse y enamorar mortales, a los que luego burlaba despareciendo entre la floresta, hasta que un buen día tropezó con Jano, el de las dos caras, quien, engañándola gracias a tan extraordinario don, logró poseerla y arrancarle una serie de poderes que le convertirían en el protector de las casas.
Entre las divinidades tradicionalmente relacionadas con las aguas, las Ninfas fueron las que gozaron de mayor difusión en la Península Ibérica. Su pronta aceptación se debe a su fácil asimilación a las deidades indígenas, a las que se consideraba vinculadas al poder salutífero de las aguas. De este modo las Ninfas, tradicionalmente presentes en el campo, el bosque y las aguas, adquirieron un carácter próximo a los dioses de la salud.
Otras divinidades, relacionadas con el ámbito medicinal, también aparecen relacionadas con las aguas termales; es el caso de Asclepio u Esculapio. Si en el mundo romano el agua potable era considerada como un regalo de los dioses, el agua termal, que alivia dolencias o las curas, era una auténtica bendición. Por tanto, el lugar del que brotan las aguas es un punto de cercanía con la divinidad.
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1 comentario:

  1. el blog es muy interesante e intructivo .gracias por hacerlo

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EL AGUA ES VIDA. Un bien del que muchas veces no somos conscientes de lo que representa y significa: LA VIDA.
Y la malgastamos, abrimos los grifos sin percatarnos de que cada vez es más escaso. No nos damos cuenta de que hay personas en el mundo que tienen que recorrer kilómetros para poder adquirir este preciado bien.
Por ello, en este blog y desde el Proyecto ARCE, del que formamos parte Institutos de Enseñanza Secundaria de Asturias, Mahón, Cádiz y Las Palmas de Gran Canaria. Vamos a reflexionar, junto a nuestros alumnos, sobre este "oro azúl" para tomar conciencia sobre su uso y su abuso, y para que nuestro planeta siga recibiendo el nombre de "Planeta Azul".
Todos los que lo visiten serán bienvenidos.